Cada tarde, después de la merienda, la protagonista baja a
pasear a su perro Roco. Como siempre, toma el ascensor para llegar a la calle,
pero ese día ocurre algo inesperado. Aunque pulsa el botón del piso 0, el
ascensor comienza a subir y se detiene en el séptimo piso, donde espera Doña
Paula. Una vez dentro, vuelven a marcar el 0, pero el ascensor sigue su propio
rumbo y sube una planta más, recogiendo al señor Miguel en el octavo. Después
de los saludos de rigor, por fin el ascensor parece iniciar el descenso, aunque
se detiene de nuevo en el sexto piso, donde suben Cora y sus mellizos.
Justo cuando todo indica que por fin llegarán a la planta
baja, el ascensor se detiene inesperadamente entre los pisos 5 y 4. El tiempo
se alarga, los mellizos comienzan a llorar, y para calmarlos, el señor Miguel
decide contarles el cuento A mí no me importa. Antes de terminarlo, el
ascensor se detiene en la cuarta planta, donde vive la protagonista, que, en un
gesto de hospitalidad, invita a todos sus vecinos a pasar a su casa.
El valor de este álbum radica en su cuidada estética. En
primer lugar, destaca el formato alargado del libro, que evoca las dimensiones
de un ascensor. Además, tanto las ilustraciones como el texto varían su
posición en la página según el piso en el que se encuentran los personajes, lo
que aporta dinamismo y frescura a la lectura. Finalmente, el uso de
estampaciones y las tintas —negra como base y roja para detalles puntuales—
otorgan al álbum un aire sofisticado y delicado.
Como detalle especial, el libro incluye una pequeña sorpresa
en la parte inferior de la guarda posterior: una edición en miniatura del
cuento que narra el señor Miguel dentro del ascensor.
Este álbum ha sido reconocido con numerosos premios y forma
parte de la prestigiosa lista White Ravens, al igual que otras obras de
su ilustradora, la argentina Yael Frankel, cuya estética se caracteriza
por ilustraciones conceptuales y el uso expresivo de estampaciones.
Es una lectura fresca y divertida. Lo que más me ha gustado
es la calma que transmite: ningún personaje logra su objetivo principal, pero
nadie se altera ni se enfada. Todos asumen con serenidad los imprevistos del
ascensor y, en lugar de frustrarse, aprovechan el momento para compartir un
cuento y estrechar lazos con sus vecinos. Creo que se trata de una obra de gran
valor estético y narrativo, con un mensaje profundamente necesario en la
sociedad actual.
Mi voto es POSITIVO.
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