Todos alucinan con el trofeo que
le entregan a María al ganar el concurso de arte. Es tan grande que no cabe por
la puerta de casa y tienen que desmontarlo para meterlo dentro. El problema es
que ahora no saben cómo hay que armarlo. Por eso cada miembro de la familia
piensa cómo les sería más útil o divertido. Por ejemplo, de perchero, o una
mesa. Sin embargo, a María se le ha ocurrido crear otra obra de arte con las
piezas de su trofeo y terminan donándolo a la ciudad para goce de todos los
ciudadanos.
Destacan el humor absurdo y la
estética vectorial de colores planos, tan característicos en las obras de Marta
Comín. En esta ocasión, nos plantea el problema de ganar un trofeo de
dimensiones exageradas y, como contrapunto, los familiares de María proponen
varias soluciones, cada cual más divertida y disparatada. La obra muestra una
forma poco corriente de enfrentarse a los contratiempos: ninguno de los
personajes manifiesta emociones negativas ni rechazo ante lo que sucede; al
contrario, con humor y creatividad logran encontrar no una, sino varias
alternativas. Al final, la idea vencedora resulta ser la más artística y
altruista.
La
ilustración lleva el sello inconfundible de Marta Comín: líneas limpias,
geometría simple y un espacio equilibrado, con colores planos y vibrantes sobre
fondos blancos o negros. Y, sobre todo, con su toque tierno y divertido que
convierte este álbum ilustrado en una obra de arte para jugar y disfrutar.
Ganador
del I Premio Humor con H (2024), otorgado por Triqueta Editora para fomentar el
humor en la literatura infantil, El gran trofeo es uno de los libros que
más me ha gustado de los propuestos para la muestra, por aunar maravillosas
enseñanzas —como la creatividad, la generosidad y la capacidad de enfrentar con
buen humor los obstáculos— y por la belleza y singularidad de sus ilustraciones.
Mi voto es POSITIVO.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy de acuerdo con el maravilloso análisis que ha hecho mi compañera.
ResponderEliminarTambién, añadir que, además de jugar con el infinito de la propia historia (pues al final gana otro premio por el premio reconstruido), me parece muy interesante la idea de la deconstrucción-construcción, que queda recalcada con el uso del cromatismo donde Marta Comín subraya las 5 formas básicas del trofeo con un color plano cada una, frente a la monocromía del resto de las escenas. Esto facilita la descontextualización de las formas y la capacidad de recrear otras nuevas en nuestra imaginación. Las desplaza de tal manera que parece que el mismo libro cobra vida a través de los bloques de madera típicos con los que juegan los niños.
Me parece un precioso homenaje a la creatividad y al juego artístico, tanto en su dimensión estética como funcional.
Voto POSITIVO