Un niño nos cuenta cómo lo
comparan los adultos con animales dependiendo de la ocasión. Así la abuela dice
que es su pollito, menos cuando come que es un cerdito. Su papá dice que es su
ratoncito y su hermano que es un cuervo. Estas comparaciones le molestan tanto
que, al igual que un león ruge para decirles a todos que es un niño.
La estructura del cuento es muy
sencilla. En la primera página el protagonista expone la situación que está
viviendo y en cada doble página cuenta un ejemplo. Finalmente expresa el
sentimiento de malestar que le provoca y la decisión que toma para solucionar
el problema. Las ilustraciones se emparejan con cada situación descrita por el
niño de una forma conceptual y al usar trazos sencillos, fondo blanco y una
escueta paleta de colores como son el ocre, gris y azul nos pone a su altura, es
decir, nos fuerza a ser empáticos, a sentirnos como él.
En la primera lectura me pareció
un cuento simpático y divertido que tenía un mensaje muy importante que dar:
las etiquetas no nos hacen bien. Ahora, después de unas cuantas lecturas, me
parece más un libro para adultos, un mensaje de los niños, en la voz del
protagonista, para mostrarles a los mayores cómo les afectan sus palabras. Este
cuento les da voz a los niños y creo que es magnífico. Estoy segura de que al
leerlo en familia los pequeños se divertirán imitando a los animales y al
descubrir que también a ellos les han dicho alguna vez lo mismo. Y seguro que
algún adulto capta el mensaje que nuestro protagonista acaba gritando.
Por todo esto mi voto es
POSITIVO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario