Abril camina con su mochila de
recuerdos y Coco, su conejo de peluche, sobre las ruinas de la ciudad que han
provocado las bombas. No hay nada ni nadie. Buscando una nueva casa se
encuentra con Julio, que al igual que ella, se encuentra solo. Juntos
construyen una balsa que les mece a la deriva en el mar. Hasta que un barquito
los ve y gracias a él encuentran un nuevo hogar.
El peso del cuento reside en el
tema, las consecuencias de la guerra y la desgracia que recae en los niños, que
se ven solos, desprovistos de cualquier protección, sin hogar, sin familia… El
ritmo es lento, el texto escueto, descriptivo y concreto, reforzando la
sensación de soledad y desamparo. Las ilustraciones acompañan la cadencia del
texto y ponen el foco en las dificultades que, una tras otra, superan los
protagonistas. Con lápices de colores y trazos libres para formar las siluetas
nos introduce en un mundo de caos para llevarnos a la paz y serenidad de una
habitación en la que duermen tranquilos los niños.
Lo que más me ha gustado es la
actitud de los dos protagonistas, la desazón que les produce su experiencia no
les impide el deseo de prosperar, no se rinden, ni siquiera ante las
adversidades climatológicas.
Creo que es un buen libro, pero
he visto apuestas más convincentes para pertenecer a la Muestra. Por eso mi
voto es dejarlo RESERVA.
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